miércoles, 27 de febrero de 2008

LOS MEDIO TONTOS

"Cada día le queda menos al puente de San Francisco, pese a los numantinos manifestantes de los sábados por la mañana, que pocos son, pero cuánto bien hacen oponiéndose a los gobernantes adoradores del cemento y el hormigón, dios verdadero de esta ciudad y poder no oculto, sino visible y bien visible. Aquí gobierna quien se postra ante el ladrillo y la hormigonera, quien presta sus posaderas a la dolorosa -pero satisfactoria- penetración no lubrificada de la grúa de turno. Quieren derribar un símbolo de un barrio, un símbolo de toda la ciudad, y cercar la parte más moderna, ésa que construyó Alfonso Díaz de Bustamante (admirable alcalde, lástima que gobernara en la ominosa, pero nadie es perfecto), en medio de una glorieta, que se imagina tan atroz, descarnada y horrenda, que el vómito se presenta ante el solo pensamiento. Como siempre, y para no variar, casi nadie hace nada, casi nadie dice nada.Las roscas de anís producen un efecto narcótico y estupidizante a quien las consume desde niño, y así nos va a muchos, o así nos va a la mayoría de los que vivimos en esta ciudad en la que el lema es no señalarse, no decir nada, no hacer nada, no sea que alguien te vea. Si la gente no se opone, es porque no tendrán motivos (digo yo) es porque si aquí gana quien gana es porque los que votan se identifican con los que gobiernan. Pero miedo y escalofríos da a veces la democracia, cuando ves que en esta ciudad se gana bebiendo vino de pitarra y manchándose con el pincho de patatera sabe Dios dónde. Si cada pueblo tiene el gobierno que se merece, apaga y vámonos recitando a Lope de Vega: No sé qué tiene la aldea/ donde vivo y donde muero,/ que con venir de mí mismo/ no puede venir más lejos.El problema, no nos engañemos, es la mediocridad que asola la vida política, aunque me resisto a pensar que esto sea un reflejo de la sociedad en general, porque –dentro de lo que cabe- uno tiene una tendencia natural al optimismo. Si muchos de ustedes vieran las instituciones por dentro –como yo las veo- les entrarían ganas de encerrarse en sus casas y no volver a votar en su vida, por eso, mejor que no se acerquen mucho y que sigan pensando en que los políticos somos unos tales y unos cuales y se mantengan apartados de nosotros. He dicho nosotros y lo pienso mejor. Cada día creo que soy bastante menos político de lo que pensaba, y quizá el que se tenga que ir a su casa deba de ser yo.Los partidos (sean cuáles sean y no excluyo a ninguno, incluido el mío) tienen una extraña tendencia a poner a cierto tipo de personas en algunos cargos, intuyo que es porque son fáciles de manejar ganando lo que nunca en su vida han ganado. Una vez llegado a cierto nivel, el personajillo se crece, sabiéndose poderoso rey de taifas ante quienes están bajo su égida, y se muestra sumiso ante el reyezuelo a quien rindió pleitesía. Por otra parte están los tontos útiles, ésos que se creen todo a pie juntillas y que se sienten piezas importantes dentro de un complicado engranaje del que, en el fondo, nada entienden y sólo sirven para traer y llevar chismes (pues el chismorreo es elemento asaz importante en ciertos niveles) y ser utilizados y nunca agradecidos por los reyecillos taifeños. La independencia es una sana actitud a la hora de dedicarse a la vida pública, aunque quien tome este camino se llevará más de un guantazo amparado en esa argucia llamada disciplina de partido. Como ven, nihil sub sole novum, que decía el bueno del príncipe Eclesiastés, a quienes los hebreos llamaban Coheleth.Lo dicho, que en el fondo más vale no ver demasiado las cosas por dentro, porque vistas desde el exterior son siempre –dónde va a parar- mucho más hermosas y con menos miserias, y en el fondo aquel dicho popular tiene más razón que un santo, los listos y los tontos no son peligrosos, los verdaderamente peligrosos son los medio listos y los medio tontos. Quería hablar del puente de San Francisco y miren cómo he terminado, que casi me pongo a cantar aquello de el enano de la venta, en memoria del genio de Don Ramón. Qué malo es el esplín. En fin, feliz año y sean buenos, porque felices, parece ser que ya lo son." Francisco Acedo